domingo, 6 de diciembre de 2009

Estroboscopio


Exhalando el aire, aguanta. Subiendo las escaleras mecánicas en estación Lima, sonríe y aguanta. (Siempre que esas escaleras la suben, piensa que debería tener una cámara de filmar. Siempre que asciende a esa hora y ese árbol baila con el Ritz en sus pupilas, cierra los ojos y los abre como convirtiéndose en obturador, como haciendo correr una 16 mm. Sabe que nadie ha visto eso. Nadie lo ha visto y respirado como ella. Cuando esas escaleras la suben, mira de reojo al lobo y se muere de sonrisas frente a su boca burbujeante).


Abre la puerta y es obvio que sus muecas alegres son naturalmente a propósito. Y si es agradable, es obvio que es porque busca un beso.








Si no es en el café que te comparto, en las letras que te leo, en la musica que grabo en tus oídos, entonces ¿dónde?. ¿Dónde me refugio de tanta insolencia si no es en el abrazo que te doy?

Me estoy almidonando como hoja de libro viejo. Claro que temo que sea el precio de mi paciente exhalación. Pero aguanto.




A veces me despierta como un obturador y me cierra, mi inhumana tolerancia.


Son los párpados y de pronto, el fotograma: mi paciencia me da vértigo.




Luego el agua, y el silencio.

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