miércoles, 1 de abril de 2009

Escenarios



Como fantasmas de un circo sin memoria, haciendo maromas toscas, duras, desafiando a la gravedad sobre un puente, en una avenida, de una ciudad. Flotando en un aire denso y brillante, intermitente. Ilusiones estroboscópicas.
Adornados con parches de piel muerta y encías saladas.
Uno coleccionaba zapatos. Chanclas, botas, sandalias, todas colgadas a él. Un cienpiés en la jungla gris. Se reía de todos. Bajo el hombro tenía una muñeca de pelo tieso. Las pupilas le ardían de historias de piratas con patas de palo y prostitutas con bigotes.
Suspendidos niños, sin más burbujas de cristal que una bolsa plástica. Sombras de paso lento, perdiéndose en la manada, con mil ojos navaja pegados a la nuca.
Sobre el vidrio recién lustrado, las narices negras, viajando sobre el pastel, retorciéndose de un placer ajeno, en un paraíso de crema.
Si empiezo por el final ¿Donde encuentro la historia?
¿Cuanto puede decir, verdaderamente, una pupila dilatada tras un parabrisas?

Un segundo. Ella prendida al volante. De repente, son lo mismo, no hay diferencia. Miles de átomos en una galaxia. No hay vacío entre los dos. Son lo mismo.
La luz roja cambia a verde. Un segundo. Él vuelve a los zapatos de colección y ella sube el volumen de la radio.

El circo levanta el telón otra vez.

(Taganga, Colombia)