martes, 23 de junio de 2009










Y luego del breve recorte de felicidad inexplicable, el inconfundible vacío. Apagada la furia cierta en el pecho. Y entonces, después del camino consabido: la encrucijada, los párpados caídos, las débiles manos intentando atrapar un aire, una arena, un agua.

Escenario irónico. Fotografías de cielos. Postales de pies descalzos en el mar. Sonrisas de medio lado. Costados de sonrisas.

¿Será simplemente la paz? ¿El vendaval libertario antes del aguacero?

El detalle débil de mi humanidad ni siquiera intenta ocultarse. Pero lo logra. Me deshojo en un bosque vacío. Aún no estoy segura de querer gritar.

Me encuentro a tientas, entre paredes que no veo, en alguna noche del mundo. Somos "los ciegos guiando a los ciegos". Extraños para siempre, rasguñando la soledad vagamente sin obtener nada. Nos queda pequeña la ilusión, así desnudos y con ojos inútiles bien despiertos, en una negrura densa que nos devora. Claro, podríamos estar en cualquier habitación del mundo, quizás en una calle llamada "Le route D' France", quizás en un callejón de Beirut. El único lugar donde estamos es en ningún lugar.

Somos varios los que, hace días, vivimos entre los nudos de la madera del techo que vemso antes de dormir.
No es arrogante tristeza. Es el deletreo suicida de un vacío inexpresable y torpe.
Y luego del breve recorte de felicidad de cada poro de la piel, cuánta obvia indiferencia doy.
Sigo intentando, terca, escribir palabras, y es sólo mi dedo cortando el aire en la neblina. No hay más nada. Espero, entonces.
Soy una hoja dormida en el suelo.

(Máncora, Perú)